Querida Celia
Parece que las desgracias nunca vengan solas. Lamento que hoy, precisamente, hayáis tenido que vivir una de las caras más desagradables de este país en las carnes de Práxedes.
Parece que las desgracias nunca vengan solas. Lamento que hoy, precisamente, hayáis tenido que vivir una de las caras más desagradables de este país en las carnes de Práxedes.
Parece mentira que después de tantos años todavía haya quien se dedique a ir por las calles, a plena luz del día, lamentándose por la supuesta pérdida del orgullo patrio el 20 de noviembre y haciéndoselo pagar al primero que se cruza en su camino simplemente porque sea trabajador emigrante. Suerte, dentro de todo, que los urbanos que habían a la puerta de la escuela han reaccionado con rapidez.
Espero que aparte del susto, los rasguños y las magulladuras se curen pronto. Me gustaría decirte que entiendo perfectamente ese sentimiento de querer dejarlo todo y volver a casa aunque sea "derrotados" como dices, pero sería un tanto hipócrita, no he vivido una situación como la vuestra y no puedo ponerme en vuestra piel.
Espero que se enfríen los ánimos y reconsideréis la situación. Un par de imbéciles con las cabezas rapadas y botas de punteras de hierro no son representativos de la población española por mucho que lo deseen.
Espero que se enfríen los ánimos y reconsideréis la situación. Un par de imbéciles con las cabezas rapadas y botas de punteras de hierro no son representativos de la población española por mucho que lo deseen.
Te admiro, Celia. Con todo lo que estás pasando y continúas con tanta determinación acarreando tus tareas dentro y fuera de tu casa como si la cosa no fuese contigo.
Permíteme que hoy te regale una rosa. Muchos ánimos.